El casamiento de Lucas y Ceci en Santa Fe, Santa Fe
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24 Mar, 2017La crónica de nuestro casamiento
Ese día amaneció soleado, un poco caluroso, pero nada iba a arruinar ese momento. Nos casamos un viernes feriado, 24 de marzo, día de la Memoria y la Justicia… y ¿qué significaba para nosotros ese día? ¿Memoria? ¡Sí! Porque no vamos a olvidar ni borrar jamás de nuestros pensamientos y de nuestro corazón ese día, ¿y justicia? ¡También! ¡Porque después de estar más de 2 años anhelando ese momento, al fin había llegado y era justo disfrutarlo y vivirlo a pleno!
El día anterior habíamos dado nuestro sí frente al juez de paz. Estábamos felices. Veníamos de pasar otro momento sin precedentes: ¡ya éramos marido y mujer frente a la sociedad! Ahora faltaba el sí ante Dios... y, por supuesto, ¡la fiesta!
Para la fiesta siempre quedan preparativos y temas pendientes. La decoración del salón fue una de ellas. Ese viernes a la mañana mi familia y la de mi pareja, hoy esposo, nos ayudó con la decoración del salón. La fiesta era a la noche. Todos colgando, armando o decorando algún espacio. Y comenzamos a palpitar ese momento... empiezan los nervios, las dudas, los miedos: "¿Me veré bien con el vestido?", “¿Saldrá todo como lo planificamos?", "Los amigos y familiares: ¿se divertirán y bailarán toda la noche?, ¿comerán bien?", y un sinfín de preguntas. Uno espera que todo se vea como en sus sueños... ¡Y cada vez faltaba menos para que se cumplan!
Seguir leyendo »A la tarde comenzaron mis preparativos, de novia, en el hotel a las afueras de la ciudad, donde luego pasaríamos nuestra noche de bodas. Mi hermana estuvo conmigo en todo momento, para apoyarme y calmar mis ansiedades. Comenzamos por el peinado, un recogido con bucles y flores naturales. La peluquera tuvo que retocármelo varías veces para que todo quedara impecable. Luego el maquillaje, con un estilo natural y romántico. ¡Y finalmente el vestido, los zapatos, las joyas y el ramo! Todos los detalles que había elegido cuidadosamente, al fin los veía en conjunto... No creía estar viviendo ese momento. Pero sí... Ese era mí momento, nuestro momento... ¡ese que tanto habíamos anhelado!
Toda esa preparación tomó su tiempo, más del esperado... ¡mucho más del esperado! Y todavía tenía que recorrer toda la ciudad para encontrarme con mi futuro esposo y comenzar esta aventura juntos. Pero llegaba tarde, ¡muy tarde! Tenía miedo de que se vaya, que se canse de esperar. Al borde de las lágrimas llegué a la iglesia.
Cuando comencé a caminar hacia el altar olvidé todos mis miedos, pero las lágrimas empezaron a correr sin poder controlarlas, sentía una emoción incontenible. Todos me sonreían y me alentaban a que cumpliera ese sueño, como si estuvieran viviéndolo conmigo. En el altar me esperaban mi suegra, el sacerdote y mi casi esposo, con una sonrisa. No se había ido, ni se iba a ir. Cuando lo alcancé me dio un tierno beso y me susurró al oído “que hermosa estás”. Todo iba sucediendo tal como en mis sueños.
La ceremonia fue preciosa, el padre nos dijo que “nuestro amor sea la luz para los demás”, y así iba a ser. Nos prometimos amor eterno, en los buenos y malos momentos, un amor que escuche, que sea paciente, un amor que nos haga crecer y nos fortalezca individual y como pareja, que sea el pilar de la nueva familia que estábamos formando. Todos sonreían, lloraban de felicidad. Era un momento único, completo de emociones. Finalmente, frente a la pregunta definitiva, ninguno dudó en dar el “Sí, acepto” y… ¿cómo no íbamos a querer? Los dos nos amábamos, nos aceptábamos tal cual éramos, nos unía la vida por primera vez (porque ninguno había tenido pareja antes) y para siempre… ¿qué más íbamos a querer? ¡Sí, quiero! ¡Sí, queremos!
Momento de demostrar esa unión con el símbolo de los anillos, las alianzas. La frase que las une es la canción de Ceratti: “Zona de promesas”. “Tarda en llegar” está grabada en la mía: como nuestro amor, como nuestro deseo de casarnos, como muchos momentos que nos tocó vivir… “y al final hay recompensa” se lee en la de mi esposo, ¡y esta era la recompensa! Este era el premio a esa espera… ¡y valía la pena haber esperado para cumplir ese hermoso sueño!
Salimos de la iglesia, con la felicidad y las lágrimas a flor de piel. Seguido el arroz, los abrazos y las felicitaciones. No había nada más que pedir.
Luego, mientras nosotros fuimos a hacer la sesión de fotos, nuestros amigos y familiares fueron al salón. Cuando llegamos nos recibieron con aplausos y comenzamos la fiesta con el tema elegido para ese momento “Andas en mi cabeza” de Chino y Nacho, canción que habla de varias historias de amor que terminan en propuestas de casamiento: “y me la paso imaginándome que ‘contigo me casé y por siempre te amé’” … ¡y era lo que nos sucedía a nosotros en ese momento!
Bailamos, comimos y volvimos a bailar. La torta, el brindis, el ramo, todo pasó tan rápido. Todos compartieron el baile, las risas, se divirtieron y no pararon de hablar de ese maravilloso momento por varias semanas. Todo estuvo tal cual lo planeamos, nuestra felicidad era incontenible y lo sigue siendo, ese fue simplemente el comienzo de nuestro final feliz… ¡Como en todo sueño!
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