El casamiento de Marina y Emanuel en Las Heras, Mendoza
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M&E
27 Oct, 2018La crónica de nuestro casamiento
Además de la nostalgia que viví aquel día, le sumé los nervios de los preparativos.
Hoy me doy cuenta de que mis nervios estaban mal fundados. Veía en la app que me faltaban varias tareas, pero gracias a Dios, la gente de Finca Jucum no hizo que tuviera ese margen de error ya que se encargaron de casi todo (sobre todo de lo que nos habíamos olvidado con Marina y los padrinos). Me fui de mi casa paterna cerca del mediodía, con mucha nostalgia. De ahí pasé casi todo el día con mi mejor amigo y padrino del casamiento, hicimos tareas de relajación (ver y hablar de fútbol), hablamos de la vida, del pasado que nos unió, del futuro que nos depara, oramos a Dios, nos cambiamos y fuimos a la iglesia.
Quiero reconocer que cuando paramos en un semáforo en la esquina de la iglesia, me cayó la 1er gran ficha del momento que estaba transcurriendo y me sentí muy nervioso. Al llegar a la iglesia y ver a las más de 100 personas que se reunieron para presenciar la boda, creo que me cayó la 2da ficha. No podía creer que toda esa gente estuviera movilizándose por nosotros, el pensamiento de "vienen por nosotros" fue conmovedor. La 3er y gran ficha, me cayó al ver a Marina entrando por la iglesia, de la mano de su abuelo. Estaba radiante, no sólo por un vestido idílico que traía y que me había ocultado por meses, también porque la alegría en su todo la hacía luminosa, mágica. A tal punto que me puse a llorar...el tipo duro, metalero, el mecánico, si, yo, me puse a llorar. No me pude contener era demasiado para mi, era más de lo que pedí o imaginé. Mientras el pastor nos casaba vino a mi mente el único enemigo de la noche: el clima. Tapando las palabras del pastor, los truenos quisieron tomar protagonismo, de hecho creo que hubieron invitados que fueron a resguardar sus autos por un posible granizo. La lluvia se sentía como baldazos en la vereda de la Iglesia de la Alameda y en mi mente estaban las palabras del pastor entremezcladas con el altar para el civil que pedimos que armaran al aire libre en el parquizado del salón, las fotos en el bosque no podrían ser, ya que seguro el piso tambien estaba inundado, la gente no iba a poder llegar al salón ya que tenía que pasar por un camino jodido y embarrado. Por un momento el baño de realidad me quiso preocupar y sacar del foco pero de inmediato decidí hacer la única tarea que se tiene en una boda: disfrutar. Y fue lo mejor que hice. Fue lo mejor porque después tomé todo con mucha calma y alegría, era un momento único, nada ni nadie lo podía arruinar, mucho menos una lluvia. Ni hablar de que Marina me puso mal el anillo y que el que le puse yo le quedaba enorme. El resto fue alegría. Una gran noche, nos sacamos las fotos igual en el bosque. Y, por lo que creo, seguramente están geniales. Con todo oscuro, las siluetas iluminadas, algunos árboles tambien y con los efectos de algunas gotitas cayendo de los árboles, no sé arte. La fiesta tuvo muchas cosas a resaltar, desde un DJ con mucho tacto para mantener a todo el mundo entretenido, hasta detalles en la decoración que ni habíamos pedido. Una comida super abundante y creativa. Personal muy atento y amable. Una día inolvidable, todo el día. La boda en la iglesia y la fiesta en el salón solo fueron agregados a la fiesta que hicimos Marina y yo en nuestro interior, más allá de que no todo salió como quería (por la lluvia) creo que la actitud, la postura de pararse con alegría a cualquier circunstancia, hace una gran boda y eso fue lo que vivimos.
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